domingo, 23 de septiembre de 2012

No a la imposición, no a la reforma de la LFT

Guillermo Almeyra
 
No se sabe cuántos votos obtuvo la candidatura de López Obrador, pues se conoce cuántos le adjudicaron pero no los millones que le robaron. De todos modos, conservadoramente, logró más de 16 millones y superó con creces un tercio del electorado. Esto demuestra que existe una fuerza –electoral– de centroizquierda que se mantiene desde hace muchos años, a pesar del lastre permanente representado por el sabotaje y las políticas de la dirección de sus aliados, como los chuchos, que controlan el PRD. Los votos obtenidos por AMLO asumen aún mayor importancia porque las elecciones se realizaron en uno de los peores momentos de la historia social de México, con el campo despoblado y crecientemente envejecido por la emigración, con las sucesivos golpes sufridos por los mineros y por los electricistas del SME, con el terrorismo de Estado y la barbarie del narcotráfico que reducen brutalmente los espacios organizativos y democráticos para la resistencia popular.

Es cierto que los votos son sólo votos y que el país sigue siendo conservador, pues dos tercios no votaron, vendieron su voto al PRI o votaron voluntariamente por la derecha, a pesar de todas las infamias del PRI, el PAN y sus aliados. También lo es que una parte importante de los sufragios de López Obrador fueron votos clientelares y conservadores obtenidos por gente que, en los partidos que dieron su registro a AMLO, no sólo no lo apoyan sino que le temen. Pero queda el hecho de que más de 15 millones de mexicanos intentaron nuevamente imponer un cambio a la vida política del país, aunque fuera utilizando las urnas y siguiendo las propuestas de López Obrador.

Como era previsible, las direcciones del PRD y de los otros partidos de la coalición obradorista decidieron gozar de sus curules y puestos conseguidos a la rastra de AMLO y otorgados por los organizadores del fraude, y AMLO decidió, por su cuenta, separarse de ellos y, también por decisión propia, transformar a 

Morena en un partido pluriclasista y orientado esencialmente hacia las elecciones. O sea, un PRD bis, quizás algo más limpio en su funcionamiento interno y algo menos integrado en el establishment. De aquí a diciembre centrará todos sus esfuerzos en la construcción de esa maquinaria electoral, en la elaboración de sus estatutos y programa y en la selección de sus dirigentes. Sin duda es necesario dar continuidad y extender la resistencia de #YoSoy132 y de los indígenas, trabajadores y campesinos, y organizar la ira popular, pero esa debe ser tarea –como plantea la Organización Política de los Trabajadores (OPT), que tiene como eje al SME y otros sindicatos– de un instrumento de lucha de los trabajadores plural y democrático, y capaz de aliarse con los movimientos sociales y de lucha democrática, y no de un partido del sistema y del régimen que tenga en su seno a los Camacho, Ebrard, Núñez, Gracos…

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