MÉXICO, D.F. (apro).- Como dos gotas de agua, las jornadas de
protesta en la Ciudad de México y en Guadalajara el pasado 1 de
diciembre tienen una similitud que hace pensar en una provocación
armada, quizá desde los sótanos del poder político o de los cuerpos
policíacos y parapolicíacos.
De acuerdo con los testimonios de
varios de los participantes, en Guadalajara, después de pasar por la
sede estatal del PRI se sumaron grupos de personas encapuchadas o con el
rostro cubierto, dispuestas a armar destrozos en las instalaciones del
tricolor y de Televisa-Jalisco. En la Ciudad de México, a la altura de
Tepito y otros barrios del Centro Histórico comenzaron a salir jóvenes
con palos, piedras, quienes protagonizaron los destrozos que han dado la
vuelta al mundo a través de las imágenes televisadas y decenas de
fotografías.
Ninguna de las personas que protestaban sin violencia
había visto antes a los porros “sembrados”. Ni en las marchas del
movimiento #YoSoy132 ni en las de los simpatizantes de Morena o en otros
colectivos que salieron ese 1 de diciembre para expresar su descontento
por la llegada de Enrique Peña Nieto al poder presidencial.
En
ambos casos, la brutalidad y la torpeza policíacas quedaron documentadas
en videos y cientos de fotografías que se están subiendo a Youtube, a
Twitter, a Facebook y a blogs. En Guadalajara patearon a mujeres
jóvenes. En la Ciudad de México los granaderos golpearon y detuvieron a
muchos y robaron cámaras fotográficas a reporteros de agencias
internacionales y periódicos.
La diferencia entre Guadalajara y la
Ciudad de México es que en la capital tapatía el lunes 3 de diciembre
fueron liberados 25 jóvenes detenidos, 8 mujeres y 17 varones, después
del pago de una fianza que sumó en total 81 mil pesos, según la
información local.
En la Ciudad de México se encuentran 67
personas detenidas, consignadas en el reclusorio Norte y en Santa Martha
Acatitla, pero un buen número han desmentido las versiones de la
Procuraduría General de Justicia capitalina. A través de la prensa, el
Ministerio Público del Distrito Federal ha dicho que los agresores
recibieron 300 pesos para provocar los destrozos, sin identificar
quiénes fueron los “financiadores” del vandalismo. También lanzó la
hipótesis de que desde dos semanas atrás se organizaron los actos
vandálicos.
Es muy probable que estén en lo cierto: la ola
pendenciera se armó con antelación. Lo que ha generado una ola de
protestas, incluyendo la marcha de más de 2 mil personas el 3 de
diciembre, es que la mayoría de los detenidos no son los responsables ni
los artífices del pandillerismo.
Así lo declaró a varios medios,
incluido el portal Animal Político, el abogado Armando Barrera, de Cause
Ciudadano. Defensor de varios de los detenidos, Barrera informó que han
sido acusados de delitos como alteración de la paz social, con el
agravante de pandillerismo, equiparable a terrorismo. Por este delito
pueden estar de 7 a 45 años en prisión.
“Una gran mayoría fueron
detenidos sólo por transitar” en el momento del zafarrancho en las
calles 5 de Mayo, Madero, avenida Juárez y en la Alameda.
Animal
Político entrevistó a Claudia Ovando, novia de Rodrigo Andrés Nieto,
quien fue detenido junto con Juan Carlos Jiménez. Son jóvenes de Tabasco
que andaban de compras en 5 de Mayo.
“Estábamos en la calle 5 de
Mayo buscando dónde almorzar cuando en eso comenzamos a escuchar cómo
venían personas corriendo. Cuando nos dimos cuenta prácticamente los
granaderos estaban detrás”, relató Claudia Ovando, quien logró escapar
de la razzia de los policías capitalinos.
La Unión de Juristas de
México también emitió un comunicado para condenar “la brutalidad
policíaca ejercida para reprimir la manifestación y la detención
arbitraria ejercida” de decenas de jóvenes.
Este 4 de diciembre,
Amnistía Internacional y Reporteros sin Fronteras, dos organismos
internacionales también desacreditaron la versión de las autoridades
ministeriales y policíacas que pretenden condenar a 67 personas,
incluyendo a varios fotógrafos detenidos.
“Existen profundas dudas” acerca de las evidencias presentadas en contra de los detenidos, advirtió Amnistía Internacional.
A
su vez, Reporteros sin Fronteras destacó que entre los detenidos se
encuentran dos fotógrafos que estaban realizando su trabajo y no
generando los destrozos que fueron ampliamente televisados. Entre ellos,
el joven Mircea Topoleanu, de 32 años, de origen rumano, y Brandon
Daniel Bazán, de la revista Café Mx. También mencionan los casos de los
fotógrafos agredidos Quetzalli González, de Nuevo Excélsior, Ana Cecilia
Méndez, Alejandro González y Martín Salas, de Milenio Diario, y de
Bernardo Montoya, de la agencia Reuters.
Otro testimonio en contra de la razzia
que aplicaron las fuerzas policíacas es la del grupo de alumnos del
Colegio de Literatura Dramática y de Teatro de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM. Emitieron una carta donde mencionan a varios jóvenes
que fueron detenidos en la calle de Filomeno Mata, acusados de ser
“vándalos” y “porros”. En realidad, son estudiantes; incluso dieron a
conocer el número de cuenta de cada uno.
Son los casos de Mónica
Paloma Alvarado, Daniela Sánchez Ríos, Valentina Guerrero, Fernanda
Preciado Castillo y su madre Guadalupe Castillo Martínez (también
detenida), Gisella Moreno Mejía, Enrique Culebro, Francisco Torres
Pacheco, Luis Manuel Salazar, Marina Muñiz Nieto y Gustavo Arteaga.
Todo
parece indicar que la provocación fue armada no sólo para generar la
imagen de violencia pendenciera (ampliamente difundida en los
noticiarios de televisión abierta y de paga), sino para detener a
jóvenes que han participado en otros muchos colectivos que nunca han
lanzado bombas molotov ni su afán es generar destrozos en comercios o en
la recién remodelada Alameda.
Estamos, quizá, ante el germen de
un movimiento como el que dio origen al #YoSoy132 después del “viernes
negro” de Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana o en la
contraparte más represiva y perversa: un halconazo al estilo de junio de
1971 para justificar una ola de arbitrariedad y represión para generar
miedo y persecución selectiva.
Hay demasiados elementos para advertir que la tentación represiva es un bumerang peligroso.
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