Fueron muchas las voces que se oyeron en las calles de varias
ciudades mexicanas el sábado 1. Voces que repudiaron al gobierno
entrante, al del priista Enrique Peña Nieto; voces que llamaban a la
cordura pero también voces que clamaban por el enfrentamiento. “No somos
guerrilleros pero pronto lo seremos”, fue una de las muchas consignas
que se escucharon antes de que la policía arremetiera contra quienes
protestaban. Hubo otra voz que se alzó desde el Ángel para pedir la
primera renuncia del gabinete. Hubo muchas voces: la administración
entrante debería escucharlas.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- A
las 4:30 de la madrugada del sábado 1, cerca de 300 jóvenes salieron
del Monumento a la Revolución rumbo a San Lázaro. Cubiertos los rostros
con capuchas y paliacates dijeron ser estudiantes del movimiento
#YoSoy132.
Su intención: formar un cerco humano contra las vallas
detrás de las que se recluyó el nuevo gobierno y desde donde pudieran
repudiar a Enrique Peña Nieto, presidente entrante.
Antes del
amanecer ya los esperaban decenas de sus compañeros que pasaron la noche
en las inmediaciones de la Cámara de Diputados. Para las 5:30 ya eran
más de 500, adheridos integrantes de organizaciones como el Frente
Popular Francisco Villa y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación, entre otras.
Con los pasos crecía la excitación. “No
somos guerrilleros pero pronto lo seremos”, coreaban. Con los primeros
rayos del día se descubrieron armados con piedras, tablones, fierros y
su cuerpo.
Apenas toparon la muralla que erigió el Estado Mayor
Presidencial, custodiada por la Policía Federal (PF), los manifestantes
embistieron las vallas metálicas de tres metros de altura y por encima
de ellas lanzaron bombas caseras, desencadenando el primer
enfrentamiento contra los granaderos, parte de un operativo de cinco mil
efectivos.
Se desató la batalla entre jóvenes y uniformados.
Aquellos lanzaban petardos, piedras, botellas y cuando derribaban una
valla, patadas. La PF también apedreó a los jóvenes, los cubrió de gases
lacrimógenos, disparó balas de goma, desde tanques antimotines los
golpeó con chorros de agua y en el choque frontal, resguardados con
escudos, arremetió con toletazos.
Los indignados secuestraron un
camión de carga que dejaron en marcha hasta que se estrelló contra las
vallas. Les contestaron con bombas lacrimógenas que los replegaron
varios minutos.
A las 7:30 era la cita para el contingente
estudiantil de #YoSoy132 en las estaciones Isabel la Católica y
Moctezuma del Metro. Reunidos en la calle Ignacio Zaragoza, por
estandarte llevaban una manta blanca con la leyenda
#MéxicoNoTienePresidente –la misma consigna se enarboló en protestas
similares en la mayoría de las capitales de los estados y choques entre
manifestantes y uniformados tuvieron lugar en Guadalajara–.
Sabían
de los enfrentamientos previos a su llegada; a la distancia se
escuchaban detonaciones que cimbraban el pavimento. Se hicieron de
paliacates y otras telas que bañaron con vinagre para soportar los gases
que envolvían el ambiente. Algunos, los menos, buscaban la
confrontación.
Cerca de la zona de conflicto fueron recibidos con
bombas lacrimógenas. Una detrás de otra. Los jóvenes se cubrieron la
boca y, entrelazados los brazos, avanzaron unidos hasta que el humo
blanco los dispersó. Entre más avanzaban los jóvenes, más cerca de ellos
arrojaban los explosivos que se identificaban como granadas de bola de
caucho. “Modelo 9220, 1.4 explosivo, peligro”, se leía en cajas del otro
lado de las vallas.
Algunos encapuchados iban armados con piedras
y palos. La mayoría vestidos de negro con una “A” pintada en el pecho,
pedían entrar en confrontación con los granaderos. “¡No mamen, no tengan
miedo. Les están poniendo en la madre a nuestros compas allá
adelante!”, decían miembros de un grupo de “anárquicos”, como los llamó
#YoSoy132.
Otros dijeron identificarlos como grupos afines al PRD y
otros como provocadores para “romper” el movimiento. La mayoría se
manifestó por la no violencia y se detuvo a hacer un posicionamiento
político antes de declarar que no había condiciones para continuar la
protesta y marchar al centro de la ciudad.
De los choques en San
Lázaro hubo siete personas intoxicadas y cinco heridos por las balas de
goma que disparó la PF. Cuatro de ellos fueron atendidos por la Cruz
Roja y llevados a su hospital en Polanco.
Juan Uriel Sandoval, de
22 años, herido en el ojo al grado de comprometer su visión
permanentemente; Jorge Velásquez Villavicencio, de 17 años, herido en la
pierna izquierda; José Jesús González Ortega, de 52 años, recibió el
impacto en el rostro y Juan Francisco Quinquenal, de 67, sufrió un
impacto que le perforó el cráneo dejando una lesión con masa encefálica
expuesta. Al cierre de esta edición, su muerte era un rumor que iba y
venía. El paradero de Carlos Yahir Valdivia, herido también en la
contienda, era desconocido hasta el cierre de esta edición.
(Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1883, en circulación)
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