Luis Hernández Navarro
El tamaulipeco José
Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico (OCDE), tiene dotes de astrólogo. Entusiasmado
por la aprobación de las reformas laboral y educativa a finales de 2012 y
por las que están en puerta, declaró a la prensa:
Al menos en los últimos 15 años, no habían estado los astros tan alineados como ahora para aprobar un buen número de reformas estructurales, y eso hay que aprovecharlo.
Su gusto por las predicciones no es nuevo. En 1993 profetizó ante un
grupo de empresarios japoneses que el proyecto del entonces presidente
Carlos Salinas de Gortari duraría hasta 2012. Su conjetura no era
desinteresada. Gurría formó parte de esa administración como director
general del Banco Nacional de Comercio Exterior, negociador del capítulo
financiero del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y, como
director general de Nacional Financiera (Nafinsa).
Militante del PRI desde los 18 años, a José Ángel Gurría es fanático
del libre mercado. Secretario de Hacienda y de Relaciones Exteriores con
Ernesto Zedillo y uno de los favoritos del ex mandatario para sucederlo
en Los Pinos, fue apodado el Ángel de la dependencia por su
determinación de que México negociara su deuda externa con organismos
financieros multilaterales y bancos extranjeros al margen de otros
países deudores de América Latina que buscaban mejores condiciones de
pago. Esos organismos –justificó–
no vienen a darnos recetas ni imposiciones, sino a compartir su conocimiento sobre temas que analizan y estudian.
Desde junio de 2006, el Ángel de la dependencia pudo
comprobar que no es lo mismo ser cantinero que borracho. Una cosa es
beber las copas y otra servirlas. En esa fecha asumió por primera
ocasión la secretaría general de la OCDE y pasó a
compartir el conocimiento sobre los temas que analiza y estudiaa los países que la integran. A partir de entonces se ha dedicado a despachar amargas recetas neoliberales a cuanto gobierno se deja. Uno de los sectores de intervención predilectos del club de países ricos es el educativo. De hecho, la reforma educativa que aprobó el Congreso de la Unión el pasado 20 de diciembre tiene el inconfundible aroma de las conclusiones del
Acuerdo de Cooperación OCDE-México para Mejorar la Calidad de la Educación en las Escuelas de México, publicadas en Mejorar las escuelas: estrategias para la acción en México de 2010 y Establecimiento de un marco para la evaluación e incentivos docentes: consideraciones para México de 2011.
Uno tras otro, los puntos sobre transformaciones en el sistema de
enseñanza en México anunciados por Peña Nieto en su discurso de toma de
protesta como Presidente el 1º de diciembre pasado, las propuestas
pedagógicas incorporadas al Pacto por México y las recientes reformas a
los artículos 3 y 73 constitucionales, fueron recomendaciones de la
OCDE. Es decir, los cambios al sistema educativo recientemente aprobadas
por el Congreso provienen de un organismo multilateral.
No hay novedad alguna. No se trata de una excepción, sino de
la regla. A pesar de que el Programa Internacional para la Evaluación de
Estudiantes (PISA), impulsado por la OCDE, no toma en cuenta ni el
currículo nacional ni las diferencias socioculturales y regionales, se
aplica en México desde 2000. Ambiciosas proyectos pedagógicos, como la
Reforma Integral a la Educación Básica y la Alianza por la Calidad de la
Educación, son, en mucho, frutos de las propuestas que el club de
países ricos hizo al gobierno federal en el
Análisis del sistema escolar mexicano a luz de los resultados PISAde 2006.
Esta enorme influencia de la OCDE en la educación del país ha llevado
a investigadores como Marcelino Guerra y Lucía Rivero a preguntarse si
la SEP mudó su domicilio de la Plaza de Santo Domingo a París, ya que su
sede central se encuentra en el Chateau de la Muette en esa ciudad. La
revista Contralínea documentó la enorme cantidad de recursos
que el país paga al organismo por sus estudios y asesoría y lo que se
gasta en el traslado de funcionarios del sector educativo a las oficinas
parisinas.
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