viernes, 18 de julio de 2008

Optimismos pesimistas

Que el fraude electoral jamás se olvide

Gerardo Fernández Casanova

Haciendo gala de un innecesario e incomprensible optimismo, el que se dice ser presidente de México aseguró que, antes de cuarenta años, el país ocupará el tercer puesto entre las economías más grandes del mundo, sólo superado por China y la India. Me parece perfecto. Me preocupa, desde ahora, cómo vamos a impedir que los mugrosos gringos ingresen en el territorio nacional en calidad de indocumentados; más vale no exigir trato humanitario para quienes hoy lo hacen todavía en sentido inverso, puesto que van a querer aplicarlo cuando sean ellos quienes reciban nuestro maltrato. También hay necesidad de mantener intocable el TLC dado que serán ellos los que luego van a reclamar la renegociación.

Es más, sería bueno permitir que nos invadan, para luego poder invadirlos sin reproches. Creo que va a ser necesario aplicar, en aras del mayor patriotismo, una política silenciadora de las voces pesimistas de los opositores que todo lo ven perdido, que ignoran la enorme capacidad de las y los mexicanos para escalar las altas cimas que nuestro futuro nos depara; son los agoreros del fracaso, los que se acomplejan ante la grandeza de los vecinos; su actitud no es compatible con el destino manifiesto de la mexicanidad, como tutores de los destinos del continente americano todo.

Para muestra basta un botón. En Japón se reunió el Grupo de los Ocho, que representa a las mayores economías del mundo. Ahí fueron convocados los cinco países emergentes identificados como el Grupo de los Cinco (Brasil, China, India, Sudáfrica y México) para servir de interlocutores con los poderosos; el tal Calderón fungió como líder de este grupo o, por lo menos, como vocero. Los acomplejados de siempre dicen que, en reunión previa del grupo, alguien propuso que, ante los riesgos políticos del uso de la palabra en nombre de todos, hable el más baboso. Ni tardo ni perezoso, el de México recordó la frase célebre de su antecesor para decir: ¿y yo por qué?
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