jueves, 21 de agosto de 2008

Nota que hubiera querido escribir

Gilberto Balam Pereira

México sin competitividad deportiva

Pero me ganó la primicia don Jorge Cortés Ancona en POR ESTO! de hoy miércoles, en la que, entre otros juicios, dice:
“México también es campeón en turismo deportivo, sólo que no de aquél que consiste en viajar a otros países para aprovechar la infraestructura deportiva o las condiciones orográficas o climáticas, sino de una variante muy peculiar, que consiste en mandar despreocupadamente a deportistas con escasas posibilidades de hacer un buen papel y, sobre todo, de enviar a funcionarios y diputados para pasearse a costa del Erario por el lugar sede… en un país donde hay tanta pasión por el deporte, donde hemos conocido a miles de personas con deseos de destacar en alguna disciplina deportiva, vemos también una añeja corrupción a nivel federal. Individuos enquistados en altos cargos deportivos, que de modo nada olímpico brincan cada cuatro años los fracasos sin que sean removidos. Un cinismo que se ríe día a día en nuestras caras, porque se sabe intocable. Ahí siguen los Vásquez Raña, el “Tibio” Muñoz y demás caterva de presidentes de federaciones disciplinarias. Los fracasos no influyen para nada en su permanencia y en sus corruptas acciones… descarado turismo a cargo de fondos públicos…”

Se espera –agrego yo– que el jueves 21 todos los medios del país se volcarán en elogios, halagos y felicitaciones para el “chavo de Uruapan”, única medalla de oro para México, medalla que festeja desinteresadamente el pueblo. Pero poco se sabe también que en sus condiciones de pobreza, su familia lo ha apoyado para forjar su carrera deportista. Y como acostumbran los corruptos funcionarios del deporte y gobierno a quien sirven, es apenas a un minuto antes del inicio de los Juegos cuando reclutan a los jugadores que competirían en las justas deportivas, incluyendo discriminaciones y favoritismos.
Pero una golondrina no hace verano, ni justifica las corruptelas oficiales ni la avidez de los medios televisivos por embolsarse millonadas de dólares por la propaganda que les venden a las empresas patrocinadoras –merced a tantos soñadores jóvenes que viajan a la aventura–, empresas que figuran hasta la saciedad en la pantalla, como una reconocida empresa colera (capturista, es o no u), una tarjeta de crédito, una compañía cervecera, una aerovía y otras más, y que el público finalmente termina por pagar con la elevación de sus precios.
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