jueves, 16 de octubre de 2008

Conjeturas

Alvaro Cepeda Neri
No prosperan denuncias en fiscalía de periodistas

Guillermo Héctor Rodríguez (1910-1988) mexicano nacido en Veracruz, neokantiano e ilustre pensador que entre otras cosas evidenció la falta de sustento filosófico científico de profesores como Samuel Ramos, Recaséns Siches, Emilio Uranga y otros más.

Amante de la polémica y el debate (algunos de ellos publicados en El Universal) compartió uno célebre, dentro de la Universidad Nacional Autónoma de México y como escenario el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, con el argentino Risiere Frondizi.

En una parte del debate éste le cuestionó a Rodríguez si era difícil probar la existencia de los valores absolutos, el mexicano simplemente le respondió que "no era difícil... sino imposible", Frondizi ya no pudo responder.

Eso lo traigo a colación, ya que por lo general, de los cientos de casos de denuncias por agresiones a todo tipo de trabajadores de los medios de comunicación, no pocas de estas denuncias ante la Fiscalía de Delitos contra Periodistas, se mantienen en suspenso porque el ministerio público federal, cita tras cita, para ratificarlas y aportar más pruebas, se topa con que los funcionarios involucrados son intocables.

Y la Subprocurduría de Derechos Humanos, de la que depende esa Fiscalía (y cuyos titulares, respectivamente, son: Juan de Dios Castro Lozano y el Lic. Orellana Wiarco) tampoco hace más de lo que permite su ex alumno y ahora jefe Calderón quien lo nombró y que el procurador Eduardo Medina Mora hubo de ceder a la presión de Juan Camilo Mouriño para que no fuera designado Fiscal Luis Martínez Fernández del Campo, por lo cual fue nombrado Orellana Wiarco.

Pues bien, en esa Subprocuraduría y esa Fiscalía no es difícil que prosperen las denuncias... es imposible. Y más cuando el presunto responsable es un funcionario de la élite, como es el caso del (des)gobernador José Eduardo Robinson-Bours Castelo, el virrey de Sonora y quien tiene amordazadas las libertades de prensa, al grado de que son pocos los medios de comunicación que se atreven a salirse del control.

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