jueves, 2 de octubre de 2008

DISPARATES Y DESFIGUROS

Hoy no se fía, mañana sí

Adolfo Sánchez Rebolledo, La Jornada


¿A qué le llamarán crisis nuestros gobernantes y “líderes de opinión” que pueblan las pantallas? La verdad no los entiendo. Es un hecho que sobre el país han caído varias desgracias simultáneas a modo de las bíblicas siete plagas, pero la bolsa de optimismo con que la administración actual tapa los designios amargos de la realidad sigue intacta.

El presidente fue a la ONU a hablar de terrorismo al tiempo que se derrumbaba Wall Street, pero ni por un momento se le ocurrió unir ambos extremos en un intento dialéctico de comprender mejor los límites de las dificultades nacionales. Para él no hay crisis. Las turbulencias son parte de la normalidad. Desde la perspectiva del voluntarismo dominante no hay imposibles. El don de la palabra, la fe en los medios y la prueba suprema de las encuestas bastan para superar todos los obstáculos, así prevalezca la inmadurez o la franca mediocridad de los nuevos conductores. Basta con declararle la guerra al narcotráfico o decretar el fin de la pobreza o la normalidad de la democracia, para que las cosas ocurran.

La vida real, por desgracia, es muy otra y en ella los afeites verbales sólo exaltan los feos defectos de las cosas. Por ejemplo: el deseo de cambiar “desde arriba” la educación, cuyo desastre es inocultable, no puede evadir con retórica años de prácticas de abusos y verticalismo. Si los fines de la llamada Alianza por la Educación fueran correctos, ¿por qué negarse a instrumentarlos con los maestros y no contra ellos, a discutir sus ventajas sin imposiciones sindicales, a verificar las condiciones regionales, a reconocer la diversidad y eliminar las excrecencias heredadas por medio siglo de corrupción? ¿Por qué el gobierno se pliega a la camarilla de la maestra, declinando sus propias responsabilidades en materia educativa?

Según se ve, los panistas también creen que el fin justifica los medios. ¿Para qué gastar tiempo y dinero en consultas distractoras si un buen acuerdo cupular es lo más eficiente y productivo? Pero, ¡oh sorpresa!, la sociedad quiere cambiar la educación, la salud, la economía, la cultura, la seguridad pública, aunque no está dispuesta a aceptar que todos los métodos son iguales: ahora exige una clara correspondencia entre medios y fines, de modo que prevalezca la transparencia y en los grandes temas se escuchen todas las voces. Lograrlo, naturalmente, requiere cambios democráticos que la autoridad no tiene en su agenda.
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