sábado, 21 de febrero de 2009

Karl Marx, Pensador de Guadalupe


19/02/2009

por Guillaume Pigeard de Gurbert, profesor de filosofía de Fort-de-France.
(traducido por Hasardevi de Libération)

El capitalismo nació en las Antillas y en las Américas en el siglo XVI. En 1846 (dos años antes de la abolición de la esclavitud en las Antillas Francesas), Marx plantea la ecuación entre la esclavitud, la colonización y el capitalismo: “Sin esclavitud, no se tiene algodón; sin algodón, no se tiene industria moderna. Es la esclavitud lo que le dio valor a las colonias, son las colonias las que crearon el comercio del mundo, es el comercio del mundo la condición necesaria de la gran industria automatizada. Por lo tanto, antes de la trata de negros, las colonias no daban al mundo antiguo sino muy pocos productos y no cambiaron visiblemente la faz del mundo. Así que, la esclavitud es una categoría económica de la más alta importancia.” No es de sorprender en estas condiciones que seamos, aquí, hoy, a los puestos de avanzada de desarrollo excesivos del capitalismo. Es probable que la rebelión social que afecta a las Antillas francesas, estos países pobres que sobreviven en las regiones ultra periféricas de la acaudalada Europa, manifieste ya los primeros temblores de un terremoto mundial.

Por una política colonial y luego Postcolonial, el capitalismo se ha extendido más rápida y eficazmente aquí que en la metrópoli, subordinando estos territorios a su centro productor de las mercancías y reduciéndoles al estado de simples mercados para comerciar estos últimos. Verdaderas colonias modernas de un consumismo patológico, totalmente dependientes de su centro de tutela, estos países se encuentran lógicamente con una taza de desempleo colosal y, peor aún, entregados a sub-existencias privadas de sentido. La destrucción concertada del tejido productivo local ha colocado las existencias bajo un régimen de posibles alienados.
Añadir a este desastre el principio de irresponsabilidad política, aquí tienen a estos países desangrados, administrados a ciegas y de lejos, para entender su rebelión. De la colonización a la globalización, estas regiones ultra-periféricas siempre han estado sujetas a una economía paralela que les prohíbe “crecer según la savia de esta tierra” (Césaire).
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