domingo, 17 de mayo de 2009

Los pasos perdidos

Rolando Cordera Campos

Extraviados en una transición que sólo los optimistas pueden calificar de inconclusa, los actores del drama político se regodean en el escándalo cotidiano y de la mano con los mandarines de la conducción económica prefieren imaginar que lo peor ya pasó. Para el resto de la sociedad esta andanada de optimismo ramplón no suena sino a escarnio, mientras la burla que acompaña al escándalo del día se ensaña contra la sensibilidad de los más débiles carentes de voz, pero renuentes a admitir que se siga hablando por ellos impunemente.

La fase final del viejo régimen, que amenazaba con eternizarse y volverse zombi voraz y depredador de hombres e instituciones por igual, se asoma con la peor de sus caras: el cinismo que se engrandece con la impunidad que justifica todo lo demás y apela a la razón de un Estado que carece de ella. Las confesiones de un ex presidente sirven para inhabilitarlo y el mensajero acaba reo de ¡corrupción de mayores!
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