Gabriel García Márquez dijo que escribía para que lo quisieran. Su arduo empeño y duro trabajo, adicionados con su inagotable imaginación, le redituaron con creces: se ganó el respeto y cariño de buena parte de los lectores del planeta. El Sr. Calderón, en cambio, utilizando con enorme displicencia y derroche los bienes y mecanismos del Ejecutivo federal, que son muchos, ha emprendido, una vez más, agobiante campaña mediática para tratar de inflar su endeble imagen de conductor efectivo
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