En nuestro país, la gran señora corrupción es la dueña, la mandona y la dominadora de nuestra vida pública y privada. Ella pone gobiernos o aniquila enemigos políticos peligrosos; se roba elecciones, las compra, las negocia o simplemente las “arregla según sus intereses”.
Esta gran “dona bárbara” enriquece hasta el delirio lo mismo a líderes sindicales, radicales, feroces y abrumadoramente corruptos, que a magnates persignados o paganos que pueden ser aún más ladrones que cualquier hampón de antifaz, pijama a rayas y número en el pecho, y les permite a esos grandes señores que gocen de absoluta impunidad, si al mismo tiempo están dispuestos a ser siervos obsequiosos de nuestra señora corrupción, porque si no lo hicieren, pueden convertirse en reos de todos los delitos existentes e inventados.
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Esta gran “dona bárbara” enriquece hasta el delirio lo mismo a líderes sindicales, radicales, feroces y abrumadoramente corruptos, que a magnates persignados o paganos que pueden ser aún más ladrones que cualquier hampón de antifaz, pijama a rayas y número en el pecho, y les permite a esos grandes señores que gocen de absoluta impunidad, si al mismo tiempo están dispuestos a ser siervos obsequiosos de nuestra señora corrupción, porque si no lo hicieren, pueden convertirse en reos de todos los delitos existentes e inventados.