miércoles, 16 de diciembre de 2009

Impune aún

Escrito por José Manuel Pérez Durán, el 16-12-2009





Esta tarde hará veintiún años de que fue levantado el activista de izquierda José Ramón García Gómez. Entonces no estaba en uso la palabra levantón, pero, de acuerdo a un comunicado de la Procuraduría General de Justicia (PGJ), unas señoras de nombres Blandina Estrada, Amelia Gómez Ruiz y Angélica Quintero Ortiz “vieron en Cuautla cuando José Ramón García Gómez fue interceptado frente al bar El Cisne.

Junto a la gasolinera del crucero de Agua Hedionda, por varios sujetos a bordo de dos vehículos, uno de ellos Fairmont y el otro Volkswagen, ambos de color blanco, con torreta”... Sin que jamás fuera hallado ni vivo ni muerto, la de José Ramón fue considerada la primera desaparición forzada en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Datos que obran en el archivo del columnista permiten establecer las últimas horas que José Ramón fue visto con vida. La mañana del viernes 16 de diciembre de 1988 regresó de la Ciudad de México y estuvo con Raúl Quijada García, su compañero de partido (el desaparecido PRT) y su socio en la empresa Servilimp. Niño entonces y hoy veinteañero, Indarky, hijo de José Ramón, se hallaba internado en el Instituto Nacional de Pediatría, enfermo de tifoidea, y con él, la esposa de José Ramón, Ana Santander. El miércoles 14 pernoctaron en la Ciudad de México y el jueves regresaron a Cuau-tla. Arribaron a altas horas de la noche, a la casa de la mamá de José Ramón, donde Raúl Quijada se quedó a dormir. Entonces de 40 años de edad, robusto y de barba cerrada entrecana, a las 9.55 horas José Ramón abandonó el hogar de su mamá, ubicado en la privada Las Palmas de la colonia Otilio Montaño. Abordó su Volkswagen negro con placas URW-272 de Quintana Roo y se dirigió a la ciudad de Puebla. Pensaba cobrar un cheque y entrevistarse con el director local de Liconsa, para tratar asuntos relacionados con su pequeño negocio de servicios de limpieza. Eran las diez de la mañana y antes de salir de Cuautla se detuvo en la vulcanizadora de su amigo Juan Ríos, como él, militante del Frente Democrático Cardenista de Cuautla. Juan le recordó que a las cuatro de la tarde habría una reunión, en la casa de Alberto Tapia Fernández. A continuación, el Volkswagen reemprendió la marcha. Ríos declararía que nuevamente vio a José Ramón, a las 15.45 horas. Regresaba de Puebla, contrariado por no haber podido cobrar el cheque. José Ramón llegó a la casa de su mamá. Después de comer hizo cuatro llamadas telefónicas. La primera a su esposa, que estaba en el Instituto Nacional de Pediatría: Preguntó: “¿Cómo sigue Indarky? Siento mucho no estar allá para poder atenderlo”. -Sigue con temperatura. Ojalá vengas mañana para que nos acompañes al hospital. “Haré todo lo posible. Regresé de Puebla y me fue bien. Voy a estar en la casa de mi mamá. Háblame, si necesitas algo”. La segunda llamada la hizo a la casa de Alberto Tapia. Contestó un muchacho. “Pásame a Alberto”. -Está ya en reunión. Acaba de empezar, pero espérate... sigue leyendo en:

Nota tomada del