Detrás de cada gran fortuna hay un gran crimen
Honorato de Balzac
Llama poderosamente la atención ciertas coincidencias que concurren y coinciden en la formación de esta elite. La primera es que su emergencia está marcada en un periodo donde la figura presidencial es Carlos Salinas de Gortari, el último emisario del presidencialismo autoritario mexicano, pues después de él no es que sus sucesores no hayan pretendido serlo, sino que les ha sido imposible reconstruir el viejo modelo por la existencia de nuevas fuerzas al interior del Estado que ya no permiten la reconstrucción del antiguo régimen, aunque sí la continuidad de esta elite, donde muchos de los nombrados no eran aún considerados como parte de este grupo de dinero, poder, privilegio e impunidad.
Una segunda situación es que resultan ser los beneficiarios de las empresas que el Estado desincorporó del patrimonio nacional, a las cuales se les tildó de ineficientes, ineficaces, en números rojos e insustentables, por lo que fueron rematadas en operaciones que nunca tuvieron una licitación pública, abierta ni transparente. Además de ser entregadas como Telmex en monopolio de la actividad y en oligopolio para el caso de las frecuencias televisivas o de las concesiones mineras. Así que hay que explicarse el milagro de la beatitud de los empresarios que transforman empresas públicas en fuentes de beneficio privado.