Jorge Carrasco Araizaga
MÉXICO, D.F., 15 de octubre (apro).- Muy a su estilo generador de odio, Felipe Calderón ya inició el proceso de sucesión en Michoacán. Sabedor de que su estado se podría convertir en escenario de una eventual narcoinsurgencia, apostó, con estrechez, por agudizar la descomposición con tal de no dejar pasar su última oportunidad para instalar al PAN en el gobierno.
Con el uso faccioso del aparato de justicia y el escándalo mediático logró que el diputado 500, el perredista Julio César Godoy Toscano, ya fuera condenado ante la opinión pública por su supuesta estrecha relación con Servando Gómez, La Tuta, uno de los jefes regionales de La Familia Michoacana.
El impacto en la población fue el mismo que logró Vicente Fox en el 2005 cuando, a través de una celada televisiva, exhibió la corrupción perredista con el empresario de origen argentino Carlos Ahumada.
La diferencia esta vez es que el uso político de la procuración de justicia ocurre en condiciones de la extrema violencia causada por el narcotráfico, particularmente en Michoacán.
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Con el uso faccioso del aparato de justicia y el escándalo mediático logró que el diputado 500, el perredista Julio César Godoy Toscano, ya fuera condenado ante la opinión pública por su supuesta estrecha relación con Servando Gómez, La Tuta, uno de los jefes regionales de La Familia Michoacana.
El impacto en la población fue el mismo que logró Vicente Fox en el 2005 cuando, a través de una celada televisiva, exhibió la corrupción perredista con el empresario de origen argentino Carlos Ahumada.
La diferencia esta vez es que el uso político de la procuración de justicia ocurre en condiciones de la extrema violencia causada por el narcotráfico, particularmente en Michoacán.
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