El presidente de facto, Felipe Calderón, envió al Congreso la iniciativa de reforma constitucional para crear el mando único policial, que prevé 32 jefes policíacos subordinados a cada gobernador.
Pedro Echeverría V.
1. El presidente de facto, Felipe Calderón, envió al Congreso de la Unión la iniciativa de reforma constitucional para crear el mando único policial, que prevé 32 jefes policíacos subordinados a cada gobernador del país. Durante la ceremonia de reconocimientos al valor y al mérito de la Policía Federal, el mandatario firmó la iniciativa que modifica cuatro artículos de la Constitución y dijo que: “Es necesario dar un golpe de timón en el modelo de organización policial que permita al Estado mexicano garantizar la seguridad pública en todo el país”. Esto lo hace Calderón cuando está a ocho meses que se inicien abiertamente las campañas políticas presidenciales y cuando el llamado narcotráfico se le ha subido hasta el cuello; es decir, es sólo una medida de entretenimiento, medida mediática, el circo, maroma y teatro con el que busca tapar el rotundo fracaso de su desgobierno nacional.
2. No debe olvidarse que aunque se diga que “la policía de a pie y los soldados del ejército son el pueblo armado” -porque todos son de origen indígena, campesino, desempleado, miserable- la realidad es que la ideología y los salarios que defienden una vez contratados, vienen de una institución militar cuya consigna: orden y disciplina con una terrible amenaza de castigos, es absoluta para los soldados y policías. Por mandato y jerarquía los soldados no deben moverse sin orden superior alguna, pero cuando están solos o en grupo en pequeñas comunidades, el principio de autoridad militar inculcado lo usan sin miramientos. Los ejemplos en la llamada guerra contra el narco son más que evidentes, sobre todo contra las mujeres de la sierra y la montaña. Por eso esa medida de “unificación de la policía” que quiere poner en práctica el gobierno es peligrosísima porque dará más “autoridad” y despotismo a la policía frente a la gente más humilde.
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2. No debe olvidarse que aunque se diga que “la policía de a pie y los soldados del ejército son el pueblo armado” -porque todos son de origen indígena, campesino, desempleado, miserable- la realidad es que la ideología y los salarios que defienden una vez contratados, vienen de una institución militar cuya consigna: orden y disciplina con una terrible amenaza de castigos, es absoluta para los soldados y policías. Por mandato y jerarquía los soldados no deben moverse sin orden superior alguna, pero cuando están solos o en grupo en pequeñas comunidades, el principio de autoridad militar inculcado lo usan sin miramientos. Los ejemplos en la llamada guerra contra el narco son más que evidentes, sobre todo contra las mujeres de la sierra y la montaña. Por eso esa medida de “unificación de la policía” que quiere poner en práctica el gobierno es peligrosísima porque dará más “autoridad” y despotismo a la policía frente a la gente más humilde.