Cada minero que sale es una luz desde la oscuridad y también una bofetada en el rostro de México. Apenas el 26 de agosto expresé aquí mi admiración por la enorme, inmediata y decidida movilización de pueblo y gobierno de Chile para rescatar a los 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad. Pero también hube de manifestar mi rabia envidiosa porque en México no hicimos nada por nuestros 65 mineros de Pasta de Conchos.
El de Chile es un triunfo de la voluntad impulsada por la fe, pero también por el trabajo y el esfuerzo infatigable de cientos de personas que participaron de algún modo en el rescate. Y, por supuesto, la fuerza espiritual de miles de familiares y chilenos en general, que a lo largo de su país constituyeron un gran colectivo de oraciones al que se sumaron millones de ojos y corazones que, desde los más apartados rincones del mundo, siguieron cada capítulo de esta historia. Una formidable lección de sobrevivencia humana, coraje y amor por la vida.
Por eso nos duele aún más Pasta de Conchos. Y hoy, más que nunca, se nos restriega el recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue. El rescate que nunca se intentó. La enanez del grandote Fox. La estulticia del yunquista Salazar, secretario del Trabajo. La mezquindad del magnate Larrea, de Minera México. Y la indiferencia de muchos medios de comunicación que se limitaron a reseñar la inacción del no pasa nada porque todo está perdido.
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El de Chile es un triunfo de la voluntad impulsada por la fe, pero también por el trabajo y el esfuerzo infatigable de cientos de personas que participaron de algún modo en el rescate. Y, por supuesto, la fuerza espiritual de miles de familiares y chilenos en general, que a lo largo de su país constituyeron un gran colectivo de oraciones al que se sumaron millones de ojos y corazones que, desde los más apartados rincones del mundo, siguieron cada capítulo de esta historia. Una formidable lección de sobrevivencia humana, coraje y amor por la vida.
Por eso nos duele aún más Pasta de Conchos. Y hoy, más que nunca, se nos restriega el recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue. El rescate que nunca se intentó. La enanez del grandote Fox. La estulticia del yunquista Salazar, secretario del Trabajo. La mezquindad del magnate Larrea, de Minera México. Y la indiferencia de muchos medios de comunicación que se limitaron a reseñar la inacción del no pasa nada porque todo está perdido.