Cada año, desde las principales capitales del mundo, varias agencias de  inteligencia actualizan su relación de territorios que se salvan de las  inminentes sequías o inundaciones por el calentamiento global. Esos  espacios se revalorizan y sus habitantes son obligados a emigrar. Las  políticas estatales que apoyan a las agroindustrias y la acción  paramilitar que sostienen las nuevas elites locales son el instrumento  de esa ambición territorial
Nydia Egremy
Las zonas del mundo con la menor incidencia en desastres “naturales” están en la mira de las empresas de bienes raíces, instituciones gubernamentales, aseguradoras y organismos financieros internacionales que “mapean” esos territorios para tasarlos a precios más costeables para ellos. Localizar en cuáles regiones es menor el impacto de los terremotos, huracanes y tornados, dónde se registran temperaturas de calor extremo o hay volcanes activos ocupan a los centros de inteligencia en medio de las crisis política y social que representa la amenaza por el cambio climático mundial.Andrés Barrera, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala que los miles de campesinos desplazados o la posibilidad de que las inundaciones y sequías dejen millones de muertos “no son materia de discusión entre los políticos que dialogaron en la Cumbre Mundial contra el Cambio Climático”.
El doctor en sociología advierte que la crisis por contaminación química o por la expansión salvaje de las urbes ante el desmantelamiento rural acusa situaciones de guerra. A su juicio, esto muestra un escenario planetario en el que hay “un vuelco en el valor de uso de los territorios del planeta”, que debe discutir la sociedad, ya que hace tiempo está bajo la consideración de los grandes centros de inteligencia.
