Si los malos supieran que es buen negocio ser bueno, serían buenos aunque sea por negocio
Facundo Cabral (recientemente asesinado por la insania)
José Enrique González Ruiz*
La Gordillo se descaró. Totalmente segura de que es una pieza de poder de primer orden en este sistema de corrupción y desvergüenza, la cacique del magisterio dio a conocer públicamente sus acuerdos pactados con Felipe Calderón en 2006. Manejando a los trabajadores de la educación como manadas, cuyos votos con intercambiables a su voluntad, Elba Esther Gordillo declaró que los ofreció al panista a cambio de posiciones en el gabinete federal: la Lotería Nacional, la dirección del Instituto de Seguridad Social y Servicios Sociales de los Trabajadores de Estado (ISSSTE) y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP). Olvidó mencionar que también le dieron la Subsecretaría de Educación Básica de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y un partido con su respectivo financiamiento (el Partido Nueva Alianza, Panal). Valdría la pena revisar si algún otro personaje recogió un botín tan abundante como el de Gordillo. Quizá, solamente Televisa y los González Torres del Partido Verde podrían competir con ella.
Sus enemigos de entonces fueron Roberto Madrazo, quien consiguió expulsarla del Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde cobraba como secretaria general; y por supuesto, Andrés Manuel López Obrador, con quien dice haber buscado acuerdos. El primero desapareció –así sea temporalmente– del mapa, mientras que el segundo mantiene vivas sus aspiraciones a la presidencia de la que fue despojado precisamente por Gordillo y Calderón, entre otros.
La presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) se sabe intocable: en la dirección nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) está Moreira, quien se reconoce como su socio, y quien ya está buscando arreglos con Peña Nieto, a quien los priistas dan como seguro ocupante de Los Pinos en 2012. Calderón saldría ganando con ello, pues ha dicho que el encopetado mexiquense “no es un peligro para México”, pues no lo llevaría a juicio por los saldos de dolor y muerte de su “guerra contra el crimen organizado”.