MÉXICO, D.F. (apro).- “La verdad es que no me gusta leer”, le confesó Enrique Peña Nieto a Manuel Espino cuando éste le regaló, en 2008, un ejemplar de su libro Señal de alerta, en el que describe el lado oscuro de Manlio Fabio Beltrones, rival de ambos. “Voy a pedirle a mis asesores que me hagan unas tarjetas con lo más importante”.
Espino me compartió esta anécdota poco después de su encuentro con Peña Nieto, a quien yo había entrevistado para Proceso, en octubre de 2004, cuando se perfilaba para suceder a su tío Arturo Montiel, y su retórica tortuosa para evadir una definición pública de su ambición me hicieron decirle que era un político viejo a sus 38 años de edad.
–Habla usted como si tuviera 68, diputado –le dije, en el café Balmoral, del hotel Presidente, donde me citó.