Los locutores de Televisa y los periodistas del sistema carecen de
poder de influencia en la capital del país. A pesar de su peso
económico, las cadenas que representan los intereses de la clase
gobernante no han logrado ganarse la credibilidad de los habitantes del
Distrito Federal.
Carmen Aristegui permanece como la periodista
que genera más confianza entre la audiencia. En su encuesta anual de
consumo de medios en el Distrito Federal, el periódico Reforma dio a
conocer que la titular del espacio matutino de MVS Noticias tiene el
14.8 por ciento de las preferencias entre los radioescuchas, más del
doble de su más cercano competidor, Jacobo Zabludovsky, con 7.1 por
ciento.
Le siguen: Sergio Sarmiento, 6.8 por ciento; Joaquín López Dóriga, 6.3 y Brozo, 5.4.
Permanece
rezagado el resto de los periodistas cómodos al sistema, así como los
rostros que adornan los noticiarios de las pantallas de Televisa: Óscar
Mario Beteta, 3.4 por ciento; Pedro Ferriz de Con, 2.2; Ciro Gómez
Leyva, 2.2; Paola Rojas, 1.8; Carlos Loret, 1.6; Denise Maerker, 0.8, y
Adela Micha, 0.5.
Las cadenas radiofónicas con más poder
adquisitivo y estrechos lazos con la clase política no tienen un locutor
fuerte en el área de noticias, un liderazgo auténtico.
Aunque se
presente ante el auditorio como la cadena radiofónica con más figuras
públicas al frente de sus micrófonos, Radio Fórmula está prácticamente
desaparecida entre la audiencia capitalina en materia de espacios
noticiosos. Salvo Joaquín López Dóriga, no hay un locutor en esta cadena
que se ubique en los primeros lugares de raiting.
Otro caso
similar ocurre con W Radio, que desde la salida de la propia Aristegui
se esfumó como opción informativa, al grado tal que sus directivos
decidieron reducir los contenidos noticiosos y sustituirlos por
programación más cercana al entretenimiento.
Grupo Imagen es otro
ejemplo de fracaso. La empresa presidida por Olegario Vázquez Raña, que
se vende como “líder multimedia” en el país y con dos estaciones de
radio, no figura como una opción de audiencia masiva en materia de
noticias. Su mejor carta, Pedro Ferriz, apenas cuenta con el 2.2 por
ciento de la audiencia, lo que evidencia su escaso poder de influencia
en la capital del país.
Según el estudio, el 70 por ciento de los
capitalinos escucha radio regularmente. Los programas de música y
entretenimiento son preferidos por las audiencias, mientras que la
mayoría de los presentadores de noticias oficiales no alcanza si quiera
el un uno por ciento de los radioescuchas.
Los contenidos de los
noticiarios afines al régimen están marcados por un nauseabundo y
repetitivo esquema: campanazos que anuncian el tráfico, entrevistas
cómodas, notas desechables, adulación al gobernante en turno,
crucifixión a los opositores y opiniones editoriales descafeinadas.
Curiosamente,
sus agendas temáticas y la forma en cómo abordan los asuntos políticos
es prácticamente idéntica. Los presentadores, además, pasan de una
estación a otra. Escuchamos a un soporífero locutor en el noticiario de
la mañana en una frecuencia y en la “mesa de análisis” de la
tarde en otra.
tarde en otra.
Rara
vez presentan reportajes, crónicas urbanas, investigaciones o formatos
atrevidos; por el contrario, se esfuerzan en abrumar el espacio
radiofónico de contenidos insustanciales.
Su trato para con los
gobernantes es de predominante pleitesía y eso lo percibe el auditorio.
Por ello no es extraño que el noticiario de Aristegui –que tampoco es
extraordinario, sino simplemente cumple con ejercer un periodismo
crítico—arrase frente a los competidores.
Un periodista que no
transmite confianza es el equivalente a un ave sin alas: su esencia
queda reducida a migajas. Y justo de este elemento primordial carece la
oferta de los locutores oficiales. La credibilidad no se compra con
miles de espectaculares, ni con una cara bonita o una millonaria campaña
publicitaria: se teje con el fino hilo del compromiso social.
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