miércoles, 29 de octubre de 2008

Echenle ganas


Alberto Híjar

A raíz de la presentación pública del proyecto de tesis de Lucía Andrea Morett, sobreviviente y testigo de la masacre de Sucumbíos sobre el teatro colombiano, me nació la tentación de aplicar los recursos espectaculares reunidos por los teatreros americanos de los setenta y ochenta para denunciar los desastres propios de dictadores, consorcios trasnacionales voraces, negocios tan turbios como rentables, en fin, el crimen organizado en serio. A la par hubo en ese tiempo un movimiento que acabó por tomar el nombre del manifiesto argentino sobre el Tercer Cine suscrito por Octavio Getino y Fernando Solanas, el legendario Pino ahora activista contra la privatización petrolera en su país con devastadores resultados para los pobres. Es que no podemos desperdiciar esa maravilla de cinismo y obscenidad que es la proclama de Televisa con la voz e imagen de sus estrellitas para darnos la receta de superación de la crisis, igual que hemos hecho con terremotos e inundaciones, dicen muy serios, con el sólo expediente de echarle ganas.
La idea sería dejar correr el panfleto con pequeños cortos de prolongación de las voces, el insultante mensaje de inculpación de todos, víctimas y victimarios, especuladores enriquecidos y desempleados y migrantes, dueños de playas y resorts y pescadores y campesinos muertos de hambre, con imágenes cotidianas de todo este desastre. El resultado sería como película de Santiago Alvarez, el documentalista cubano y veterano de la defensa de la República Española, quien en pocos minutos fue capaz de sintetizar el horror de los bombardeos yanquis al pueblo vietnamita o las costosas luchas de liberación nacional en América, Africa, Asia y en los propios Estados Unidos del Norte. Santiago Alvarez empleó música de rock en inglés para acentuar lo que otro gran cineasta, Sergei Einsenstein llama montaje de atracción, esa dialéctica de alto contraste para dar a entender el drama y la épica social. Son eternos y universales sus montajes de la carreola infantil rodando por la escalinata de Odessa o los leones de piedra iluminados por los destellos de los cañonazos del acorazado Potemkin con su tripulación insurrecta contra el zarismo. Bien ha sabido Mario Menéndez articular tipografías e imágenes para dotar de singular fuerza informativa a las publicaciones que ha dirigido como buen heredero de la revista 45 nombrada así por Siqueiros pensando en el calibre del arma reglamentaria de la policía de aquellos años. Genaro Carnero Checa, secretario de la revista que por aquí pasó entre uno de sus cincuenta encarcelamientos en Perú, resolvió la discusión entre quienes exigían sesudos artículos y quienes proponían mucha gráfica y fotografía. ¡Cartículos! gritó el compañero y la revista lo asumió. De esto trata el proyecto propuesto para un buen guionista y algún cineasta o videoasta de los que ahora producen excelentes documentales de la barbarie estatal avasallante.
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