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El abuso electoral confeso del presidente Fox lleva a extremos indeseables sobre lo que puede hacer un mandatario en la defensa o promoción de lo que cree. Para unos debe mantenerse al margen de cualquier expresión que pudiera tener impacto en el voto; el falso dilema plantea una Presidencia amordazada o una en el activismo electoral. No se ha podido definir un espacio legítimo de actividad política del Presidente; de continuar las cosas, la simulación y la hipocresía habrá de prevalecer: ejecutivos que dicen ser adalides de la imparcialidad, al tiempo que se apropian del partido, imponen candidatos y financian campañas a trasmano.
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