Termina 2009 en la desesperanza. El Fondo Económico Mundial nos exhibe como país que pierde competitividad en todos los rubros: “la percepción de la calidad de nuestras instituciones es preocupante”. Los empresarios, amigos del régimen, lo censuran. En el otro extremo el desempleo y la pobreza avanzan en silencio, hasta ahora. El Presidente reconoce en su iniciativa de “reforma política” que la población no cree en sus representantes, ajenos a sus necesidades. Nada se ha resuelto en el año que termina. Y viene el 2010, sin proyectos, directrices, que permitan un estado de ánimo en el que se vislumbren soluciones a nuestros problemas angustiantes. No hay esperanza.
No es una actitud atávica la que expresa el temor de un estallido social en el 2010, está fundada en una realidad aterrante, basta recordar la situación social y política en la que estalló la Revolución en 1910, movimiento que la derecha reduce al discurso con la misma insensibilidad social de los “científicos” de entonces.
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No es una actitud atávica la que expresa el temor de un estallido social en el 2010, está fundada en una realidad aterrante, basta recordar la situación social y política en la que estalló la Revolución en 1910, movimiento que la derecha reduce al discurso con la misma insensibilidad social de los “científicos” de entonces.