Pedro Salmerón Sanginés
En la anterior entrega asistimos alborozados a las fabulosas fantasías del
desmitificadorZunzúnegui sobre la guerra que el David estadunidense ganó al Goliat mexicano. Continuemos con esa historia, porque Zunzúnegui no se detiene donde lo dejamos: afirma que cuando Estados Unidos se anexó Texas, en 1845, México ya había reconocido la independencia de la república de la estrella solitaria, lo que es una descarada mentira; y que Santa Anna era el presidente en ese momento, lo que es falso (Patria sin rumbo, p. 114).
Asegura que la guerra
comenzó el 8 de mayo de 1847, en apenas cuatro meses la invasión del norte fue un éxito, y el 14 de septiembre de ese año la bandera estadunidense ya ondeaba en Palacio Nacional(Idem, p. 114). Así es: para este
historiador, una guerra de 18 meses se convierte, de un plumazo, en un desfile militar de cuatro (Id. p. 118).
Una última perla:
Las armas de aquella época eran las mismas para ambos bandos, y Estados Unidos invadió con 14 mil hombres a un país que tenía por lo menos 80 mil soldados(Idem, p. 117). No sé de dónde saca la cifra de 80 mil soldados mexicanos, pero vayamos a los estadunidenses: por el campamento del general Taylor en Camargo, Tamaulipas, pasaron más de 15 mil hombres, de los que 7 mil avanzaron contra Monterrey.
Todavía recibiría refuerzos para destacar columnas a
diversos puntos y enfrentar a Santa Anna en La Angostura. No menos de 20
mil hombres pasaron por sus filas. A su vez, el general Scott
desembarcó en Veracruz con 12 mil hombres y necesitó más de 20 mil para
llegar a México.
Otras columnas avanzaron sobre Nuevo México, California y Chihuahua,
fuerzas que sumaban en conjunto cerca de 10 mil hombres. En total, un
número tres o cuatro veces superior al que inventa Zunzúnegui. Tampoco
hay equidad ni comparación posible en el armamento, pero para saberlo
hay que leer cualquier historia seria de aquella guerra.
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