- Calma (aparente)
 - Perturbaciones
 - Halconería
 - Huevos revueltos
 
En apariencia, todo transcurre en una rutina sin sobresaltos. Los coordinadores de las bancadas legislativas de los diferentes partidos acercan posiciones y hacen discursos de circunstancia, mientras los senadores y diputados federales electos cumplen con los trámites de acreditación de su nuevo rango. El panista que ha ocupado desde 2006 la Presidencia de la República se mueve ligero entre actos oficiales complacientes y palabrería optimista. Y las intrigas partidistas se multiplican entre la clase política que se afana en redefinir posiciones rumbo a un sexenio previsiblemente agitado, pero supuestamente muy benéfico para esas élites, aunque no lo sea para la nación.
El aire resignado de los ciudadanos que creen inevitable la  instalación de Enrique Peña Nieto como nuevo ocupante precarista de la  silla presidencial no despeja, sin embargo, la sensación de que, aun  cuando todo parezca amarrado con cintas de tres colores, persisten  demasiados factores que podrían alterar e incluso derribar la tramposa  construcción peñanietista del poder futuro. Muchos de esos ciudadanos  están ciegamente esperanzados en que el nada santo oficio político del  priísmo devuelva la paz a las calles, plazas y carreteras, aunque esa  restitución de pactos mafiosos signifique corrupción multiplicada y  defraudación electoral a largo plazo. Desde luego, el sistema alienta  las percepciones de la unidad nacional
, el dar la vuelta
 a lo electoral y ponerse a trabajar
.
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