La opacidad del contrato entre Pemex y dos astilleros gallegos está generando un arduo debate en España pero más allá de lo electoral el negocio ibérico de la paraestatal continua la línea de sumisión y apoyo al cártel español. Un reporte de Oriol Malló.
El 21 de octubre Galicia celebra elecciones autonómicas. En medio de un crisis profunda que está dinamitando el estado del bienestar, cada contienda electoral se convierte en una lucha a muerte en el duopolio político -Partido Popular (PP) y Partido Socialista Obrero Español (PSOE)- para vender a unos electores cabreados algún señuelo que capitalize un voto apático y resentido. El contrato de PMI,
o Pemex Internacional, con dos astilleros gallegos para la construcción
de dos hoteles flotantes se ha convertido en la carta-sorpresa del
candidato popular, y actual presidente de la CCAA de Galicia, Alberto Nuñez Feijóo para mantener su mayoría absoluta y retener el poder en esta región.
En medio de la grilla política, muchas informaciones relativas al contrato de Pemex usan la
tradicional opacidad de la cúpula de la paraestatal para asegurar que
este acuerdo podría no darse o que en todo caso es dudoso. Para
ello aportan, en periódicos y redes sociales, pruebas que confirmarían
la falsedad de está maná mexicano que llegaría bajo bandera petrolera:
Usando informaciones de medios independientes y críticos o mediante tuits que no existen o bien han sido borrados, el espectro político que se opone al partido conservador en Galicia mantiene la postura que no existe tal contrato, o cuando menos que no está cerrado. La línea de Feijóo es considerar que Pemex construiría no solo los dos barcos hotel ya pactados sino todo tipo de construcciones navales que salvarán la economía interna. Aunque al final debió reconocer que los dos hoteles flotantes son lo único realmente pactado. O existente.
El uso electoral del tema, en el escenario gallego no excluye la realidad de este contrato, consecuencia natural de las promesas de Felipe Calderón a Mariano Rajoy en abril del 2012:
El presidente del Gobierno español ha asegurado que México es “un país amigo” y “un aliado fiable” y “estratégico”, con el que mantiene “un elevado nivel de diálogo en todos los ámbitos”. En materia económica, ha recalcado que la presencia empresarial de España en México “no deja de aumentar”. “También se incrementa la presencia de empresas mexicanas en España, queremos muchas más”, ha exclamado.
De hecho, ha confirmado la existencia de “conversaciones” con la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) “en los últimos días” para intentar que fragüe una “colaboración positiva de cara al futuro” con astilleros gallegos. En estos contactos, ha participado el titular de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que le acompaña en su viaje oficial al país azteca.
Política, elecciones y negocios hispano-mexicanos.
Las conversaciones se concretaron en un acuerdo de intenciones el 20 de septiembre del 2012 que desencadenó la grilla electoral en su grado máximo y obligó a Suárez Coppel a enfriar el entorno:
El director general de Petróleos Mexicanos (Pemex ), Juan José Suárez Coppel, defendió la operación para la construcción de dos floteles en los astilleros de Galicia por haber obtenido precios muy competitivos.
Sin embargo, rechazó qué se haya firmado un contrato formal para la construcción de las plataformas, sino que es uno en principio hasta que el Consejo de administración de Pemex Exploración y Producción lo apruebe . La figura es un “contrato de condiciones suspensivas”, que permitirá apartar la infraestructura para la construcción de las dos plataformas habitacionales.
Informo que la renovación de La flota de Pemex requerirá de un total de 600 millones de dólares. Dijo que los recursos serán obtenidos de tres fuentes: deuda, presupuestarios y de caja. Aseguro que el consejo de administración de Pemex si fue informado de la operación con Galicia, versión que fue rechazada por los Consejeros.
Apartado está el contrato para los dos buques hotel y los periodistas afines a la derecha gallega no se cansan de remarcarlo:
PEMEX construirá un buque hotel en Navantia. Un respiro. Es tan grande y tan importante lo que conseguimos crear en Ferrol que la carga de trabajo que supone es una gota en el mar. Este encargo llega en plena precampaña y supone un balón de oxígeno para Feijoó. Y la posibilidad de que el acuerdo con PEMEX sea algo más. Ojalá. Dice la Xunta que supondrá la creación de 1.500 empleos. Los trabajadores, que siguen encerrados en el Ayuntamiento, hablan de 353, habrá que aclarar la diferencia. Lo cierto es que teníamos un tesoro y lo estábamos dejando morir. Con prejubilaciones, viendo cómo se trasladaba material y personal a Cádiz, hablando de las desventajas del monocultivo, sin poner en valor lo que teníamos. Ningún gobierno a nivel estatal de las últimas décadas ha tenido el más mínimo mimo por una industria puntera para Galicia que aporta I+D+I y empleos de calidad. Justo lo que nos puede hacer salir de ésta. Cinco mil familias sin contar las auxiliares están pendientes de lo que pase en Ferrol. Y los empleos futuros de nuestros hijos, porque no todos pueden ser empleados de centros comerciales o tener una casa rural.
La estrategia a nivel estatal para Navantia ha sido muy negativa para Galicia. Y en el caso de gobiernos del PSOE con apoyo claro a los astilleros andaluces frente a los gallegos. Además no parece un asunto de Estado encontrar carga de trabajo para Navantia, al menos en Ferrol y Fene, como lo es en el caso de los gobiernos de Francia o Noruega respecto a sus astilleros. Porque no es verdad que se estén construyendo todos los barcos en Corea. El dique flotante que piden los trabajadores supondría además una inversión de 140 millones de euros y supondría abrir otra área de actividad para los astilleros.
Pero el partido rival, o Pachi Vázquez, candidato del PSG-PSOE a la presidencia de la Xunta de Galicia, dice que todo es “confusión y electoralismo”. Acusaciones que junto a los deslindes de Pemex y el cambio sexenal en Los Pinos
generan todo tipo de dudas y temores sobre la validez del acuerdo que
se refleja en la desconfianza de los propios trabajadores de Navantia Ferrol.
Más allá de la grilla lo cierto es que los gobiernos mexicanos del siglo XX han tenido por costumbre usar los astilleros españoles y que la línea política de apoyar a industrias clave de España desde tiempos del presidente José López Portillo
(1976-1982) se ha mantenido inalterable a día de hoy. La historia
comparada y las relaciones entre las oligarquías hispano-mexicanas
muestran que el encargo gallego de Pemex es parte de una vieja y conocida liaison.
Nuevos encargos, viejas relaciones.
Este texto académico nos permite entender los acuerdos que el estado mexicano estableció con España
y que por su calado prueban estos viejos vínculos. Hablamos del
megacontrato firmado en 1932 cuyo contexto recuerda sobremanera los
eventos que hoy suceden en Galicia:
Es contradictorio que la II República española, que en materia naval se dedicó simplemente a continuar las obras de los buques iniciados o proyectados en los últimos años de la Monarquía, pero que apenas ordenó la construcción de unidades nuevas, impulsase el ambicioso (para la época, además de las posibilidades del país contratante) proyecto de la renovación plena de la marina azteca. Este proyecto debe ser encuadrado en el clima de entendimiento y cooperación existente entre ambas repúblicas tras la proclamación de la española. Sólo así se pudo formalizar, a finales del año 1932, un acuerdo suscrito por el Ministro de la Guerra mexicano, Cárdenas, y el embajador español en México, Álvarez de Bayo, que contemplaba la construcción de 15 unidades en distintos astilleros españoles.
Lo que para el Gobierno mexicano era una necesidad militar de primer orden, pues resultaba urgente la renovación de su viejísimo material naval, para el español no dejaba de ser una maniobra política y económica, pues distribuyendo la carga de trabajo en astilleros vascos, andaluces, murcianos y valencianos se podía atenuar la precaria situación laboral por la que éstos atravesaban ante la escasez de pedidos, tanto civiles como militares. Para ello, se diseñó un plan de financiación materializado a través de la Ley del 28 de diciembre de 1932, que concedía un empréstito de 73 millones de pesetas para la construcción de los buques, que serían devueltos por el Estado mexicano en cinco anualidades a partir del 1 de enero de 1934. La operación fue cerrada tras el visto bueno del Gobierno español a través de un Decreto Presidencial fechado el 27 de julio de 1933.
Las unidades requeridas por el Gobierno de México, así como los astilleros a los que fueron adjudicadas, son las siguientes:
- Tres cañoneros de 1300 toneladas, a construir dos de ellos en las instalaciones de la SECN (Sociedad Española de Construcciones Navales, la antecesora de Bazán, IZAR y NAVANTIA) de Ferrol, y el último en los Astilleros de Matagorda.
- Diez guardacostas de 180 toneladas, adjudicados a la Compañía Eskalduna de Bilbao.
- Dos transportes-cañoneros de 1600 toneladas, uno para los astilleros Echevarrieta, en Cádiz, y otro para la Unión Naval de Levante, en Valencia.
Las quince unidades fueron construidas, y las quince tuvieron una vida agitada y azarosa, aunque una de ellas jamás llegase a servir bajo la bandera mexicana
Siendo la construcción naval en España un ejemplo de economía mixta donde los capitales privados (Bilbao y Ramón de la Sota en especial) y el estado (en los astilleros gallegos y andaluces) crearon un sector potente, subsidiado y altamente politizado, conseguir pedidos a como dé lugar ha sido política de estado en todo el siglo XX.
Y México ha sido, desde siempre, un cliente fiel. Más aún cuando las políticas neoliberales hirieron de muerte a la industria naval autóctona.
“Por las facilidades para importar embarcaciones y pagar un permiso por
20 años, puede resultar hasta 25 por ciento más barato que adquirirla y
cubrir los impuestos de un buque construido en el País” recordaba Gabriel Delgado, presidente de la Asociación Nacional de Ingenieros Civiles.
Aniquilada la industria nacional, reforzadas las relaciones neocoloniales entre España y México, el expediente Galicia de Pemex
nos recuerda que la historia se repite. Excepto que a estas alturas del
juego mundial ni vuelve el cardenismo ni resucita la III República en
Madrid.
O quien sabe.
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