miércoles, 17 de octubre de 2012

El debate sobre la ciencia AXEL DIDRIKSSON 17 DE OCTUBRE DE 2012 http://www.proceso.com.mx

MÉXICO, D.F. (Proceso).- A partir de que se dio a conocer la Agenda Nacional en Ciencia, Tecnología e Innovación, suscrita y avalada por 64 universidades, organismos diversos, asociaciones gubernamentales y no gubernamentales, institutos de investigación y academias de la ciencia, proliferan las opiniones sobre el sector.
Para Enrique Peña Nieto, la creación de una secretaría del ramo implicaría más burocracia; para otros, comprometerse con el otorgamiento de 1% del PIB a la investigación y el desarrollo no será posible mientras no se realicen las tan mentadas “reformas estructurales”, y para unos más la elevación de la inversión en ciencia y tecnología debe ser responsabilidad de la empresa privada y no del gobierno; no faltan, tampoco, los que prefieren simular que algo cambia para que todo siga igual.
En contraparte, existen posturas en el sentido de que la ciencia que se produce no puede estar sujeta a ningún ajuste de cuentas ni mucho menos considerarse como un asunto administrativo o de interés para unos cuantos. Se requiere, como afirma en alguna parte el documento, tratarla como un asunto de seguridad nacional, relacionada con un tipo de sociedad más justa.
Y es que en la Agenda se presentan dos modelos contrapuestos. Uno es el que se describe con gran amplitud en la primera parte del documento, que hace referencia a la prevalencia del mercado y del interés de una minoría, en donde la investigación debe subordinarse y aplicarse a los objetivos de corto plazo de las empresas y sus ganancias. El tipo de país que se prefigura allí es uno que busca posicionarse a nivel internacional con “ímpetu de competitividad” y con un liderazgo semejante al de otras naciones que han invertido en “recursos humanos” y en donde las empresas son la punta de la innovación científico-tecnológica. Desde esa imagen de nación, el objetivo de la política pública es fomentar el “capital humano”, concretar las “reformas estructurales pendientes” y poner a la empresa (por supuesto la más dinámica y la que mayores beneficios tendría: la trasnacional) en el centro de la atención de los esfuerzos en innovación y conocimientos.
Otro tipo de país y de orientación de política pública en ciencia y tecnología se observa cuando en la Agenda se asienta que debe buscarse evitar la reproducción de la desigualdad en la educación de la población; utilizar el conocimiento para disminuir la pobreza, la ignorancia y la ine­quidad; favorecer la participación de los estados en el desarrollo de una investigación regional relacionada con el contexto de su realización; reformar los planes de estudios de las instituciones de educación superior; hacer del conocimiento un bien público y un derecho social, pero sobre todo superar la perniciosa burocratización gubernamental que se ha padecido y que ha creado, como se indica en el documento, “ un vacío en el liderazgo del sistema, una ausencia en la definición de grandes objetivos, así como una falta de coordinación intersectorial e interregional para la planeación y el financiamiento que permita alcanzar esos objetivos” (página 16).
¿Cómo va a ser posible superar la miopía, la falta de altura de miras y la burocratización que ya existe en el sector hacia los próximos años, así como la escasez de recursos y de empleo para nuevos investigadores, o la creación de institutos de alto nivel en el país?
Se ve difícil que un liderazgo poco ilustrado como el que nos espera conduzca a superar tantos escollos. Una opción alternativa sería más bien promover una muy amplia discusión ciudadana sobre el tipo de prioridades que el país requiere sustentar (lo que no se hace en la Agenda), desde los conocimientos que producen las universidades, los institutos y sus investigadores; la constitución de un muy amplio y representativo Consejo Social, con la suficiente autonomía para poder desarrollar y planificar acciones de beneficio social; definir objetivos a alcanzar en las distintas áreas de investigación y conocimiento; poner en marcha medidas de gran altura para la divulgación de la ciencia (por ejemplo, con la creación de un canal de televisión dedicado a ello), y estrategias de futuro con visión de Estado, con el fin de avanzar hacia una sociedad del conocimiento, democrática y justa, que supere las actuales visiones autoritarias de fundamentalismo mercantil.


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