lunes, 1 de octubre de 2012

Reforma proempresarial

Jesús Cantú

Una reforma laboral en México debía revisar al menos cuatro aspectos: uno, la llamada flexibilidad laboral, que es la que más interesa a los empresarios; dos, la democracia sindical, vital para acabar con el nocivo corporativismo; tres, las garantías mínimas para el cumplimiento de los convenios internacionales aceptados por México, entre los que se encuentran los relacionados con la Organización Internacional del Trabajo; y cuatro, el sistema de justicia laboral.

La iniciativa de reforma enviada por el presidente Felipe Calderón se concentraba en los primeros tres, pues el cuarto, aunque afirmaba hacerlo, en realidad evadía el asunto principal, que sería trasladar la responsabilidad de la justicia laboral al ámbito del Poder Judicial, con lo cual se acabaría con las Juntas de Conciliación y Arbitraje, sometidas al Poder Ejecutivo y a las cúpulas empresariales y sindicales.

Sobre el tercer punto, es decir, apegar las disposiciones legales mexicanas a las acordadas en los convenios internacionales, Thomas Wissing, director de la OIT para México y Cuba, manifestó que la iniciativa tenía bondades, pero que eran limitadas y podrían ampliarse. Y este, el tercero, fue el aspecto menos discutido entre los diputados.

Los partidos del Frente Legislativo Progresista (PRD, PT y MC), los sindicatos democráticos (hoy prácticamente en extinción) y los abogados laboralistas progresistas centraron sus objeciones principalmente en la flexibilización de las condiciones laborales, pues la iniciativa calderonista prácticamente atendía todas las demandas empresariales, a costa de desproteger a los trabajadores.

Por su parte, el PRI y los sindicatos tradicionalmente ligados a dicho partido no se proponían transformar la vida sindical, con el argumento de que eso sería violentar la autonomía de dichas organizaciones.

De acuerdo con las discusiones y votaciones en la Cámara de Diputados, todo parece indicar que los trabajadores son los grandes perdedores de esta reforma, pues lo que finalmente se aprobó va en detrimento de sus condiciones laborales; y lo que se rechazó o modificó es lo poco que podría beneficiarlos, como sería garantizar su derecho a la información sobre el manejo de las cuentas de las organizaciones sindicales y el voto libre y secreto para la elección de sus dirigentes.

Así, la mezcla de omisiones, tibiezas, rechazos y concesiones opera totalmente a favor de los empresarios y los dirigentes sindicales. Los pocos avances son, como señaló la OIT, limitados e insuficientes, en virtud de que nadie se preocupó por que al menos en lo relacionado con el trabajo infantil, la igualdad de género, el trabajo doméstico, la maternidad y el denominado trabajo decente la legislación mexicana se adecuara plenamente a lo establecido en los convenios de la OIT.

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