José Agustín Ortiz Pinchetti
La probable emergencia de un partido progresista causa polémica. Algunos lo saludan, otros acusan a AMLO, su fundador, de
dividir a la izquierda. Los críticos más reaccionarios parecen muy preocupados por lo que pueda pasar a la izquierda cuando lo que quisieran es ver fulminado al tabasqueño. Hoy la democracia mexicana es un proyecto fallido. La oligarquía determina el manejo de la política y, aliada a sus dos brazos, PRI y PAN, ha impedido que la izquierda tenga su turno en la dirección del país. Todo indica que el nuevo partido nacerá a contracorriente. Sin embargo, creo que Morena puede y debe ser un partido por varias razones: porque ya lo es. Tiene todas las características. Es una organización nacional permanente con ideología progresista (muy moderada), tiene un plan alternativo de gobierno y se propone alcanzar el poder. Tiene presencia y organización en cada distrito electoral, en todos los estados. Ha pasado la prueba del ácido al promover y defender la candidatura de AMLO y ganar 16 millones de votos.
Porque no queda remedio. Es cierto: los partidos son detestables.
Hace 50 años vengo oyendo que ya no aguantan, pero nadie ha podido
inventar otra fórmula capaz de promover y ordenar la lucha por el poder
en forma pacífica. Para conquistar y mantenerse en el poder se requiere
organización permanente y eso es un partido. Recuerdo lo que dijo
Churchill de la democracia:
Es el peor de los sistemas con excepción de todos los demás. Debemos desechar las otras vías: 1. Una revolución sería un desastre sangriento y todas terminan imponiendo otra oligarquía. 2. Un movimiento sin registro que tirara al régimen con desobediencia civil pacífica: inviable. Los partidos instrumentalizarían a Morena y ni siquiera le darían las gracias, y 3. No hacer nada: irresponsable.
No es cierto que rompa el bloque progresista. Morena tiene
clientela propia de ciudadanos que no participan en ningún partido y
potencialmente representan a la mitad de la población. Los actuales
partidos progresistas tienen su voto duro y sus propias clientelas.
Pueden hacer una inteligente distribución de tareas y obtener entre
todos una excelente votación, salvo que se los impida la
autodestructividad.
Necesitamos una vía claramente distinta. No podemos seguir negando el
conflicto como lo esencial en toda política democrática. Buscar un
consenso para que todos los partidos se conviertan en partidos de
derecha, unos abiertamente, otros apenas disfrazados incapaces de retar
al sistema, es, como dice Chantal Mouffe, un grave error. Morena aspira a
ocupar el espacio de la crítica a fondo abandonada por la izquierda.
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