martes, 30 de septiembre de 2008

Acostumbrarnos a la tortura


María Teresa Jardí

Podría entender, si no me causara a la par tanta alarma a la luz de otros datos que saltan a la vista, que Bush tumbó además de las Torres Gemelas, a Wall Street, con un usurpador. Ojalá y se diera marcha atrás en la venta de PEMEX pero esto pasa por la revisión de los ilegítimos e inmorales contratos de servicios múltiples. Y más alarmante aún me parece que pida que vayan Mouriño y Medina Mora sin exigir de inmediato y como premisa sine qua non la salida de Genaro García Luna convertido en un súper-policía con un poder que Stalin envidiaría.
A los “levantados”, es decir secuestrados, para ser desaparecidos forzadamente antes de ser asesinados, la mayoría. A los ejecutados impunemente siguieron los cortes de cabezas y a éstos los granadazos sobre una multitud indefensa.
Si la hipótesis de que se trata de ajustes de cuentas entre criminales fuera cierta, el aparato policiaco del sistema se cuidaría de no presentar brutalmente torturados a los “presuntos” responsables que, a los medios a modo, presenta.
La tortura volvió de manera cruenta y desnuda para ser exhibida por la telebasura como ejemplo aterrador de que a cualquiera le puede suceder lo mismo. Sin pruebas cualquiera es bueno para pagar por lo que hizo la policía a modo del sistema.
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