José Agustín Ortiz Pinchetti
■ La apuesta de AMLO
Podría hablar del cálculo estratégico de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pero me gusta más la palabra apuesta, pues implica riesgo y competencia. AMLO arriesga su suerte a la certeza de que el pueblo de México despertará, se organizará y tomará el poder. Él quiere ser partícipe de esta toma de conciencia, organización y victoria, pero no confía mesiánicamente en sí mismo, sino en la capacidad de la gente de cambiar su circunstancia.
Sus competidores también toman en cuenta al pueblo, pero para ellos es una masa a la cual se puede halagar, engañar, corromper. PAN y PRI usan los mismos mecanismos. El clientelismo, la demagogia y, sobe todo, la manipulación de los medios. AMLO no puede ni quiere usar los viejos instrumentos de la política mexicana. PRI y PAN saquean impunes a los dineros públicos y tienen el apoyo de la oligarquía, los monopolios y las televisoras. Así que el obstáculo que tendrá que afrontar el pueblo con AMLO o con otros líderes es formidable. Es la vieja estructura de castas que viene desde la Conquista y que se resiste al cambio.
AMLO constata cada día las transformaciones en la conciencia popular. Una creciente vocación por organizarse y movilizarse. La mayoría de los científicos sociales menosprecian su trabajo en los municipios. Ha visitado mil 900 y superará los 2 mil antes de la primavera de 2009; 16 mítines por semana de contacto con la gente a la que presenta su propuesta. Oye, mide y cala la intensidad de las reacciones. Ningún político ha hecho esto.
Después de La democracia en México, de Pablo González Casanova (1965), se han producido finos trabajos sobre los fenómenos del cambio en la cultura política. Pero la clase política se ha corrompido, funciona como una casta separada de la población. Centrada en sus intereses y privilegios. El pueblo corresponde despreciando a los políticos.
He observado cómo Andrés Manuel se conecta con la gente en los mítines. Un fenómeno muy interesante: la gente le muestra profundo afecto y confianza y AMLO les corresponde. No sólo simpatiza con ellos, los quiere, sino confía en su capacidad. Entonces establece un arco de empatía y brota el entusiasmo, impulso básico para la acción política. AMLO es un líder dotado de iniciativa, pero él apuesta a que la conciencia popular está a punto de un salto cualitativo. Apuesta a que la mayoría de la población va a concientizarse acicateada por las graves incitaciones de esta época y a su propia maduración de las últimas décadas. Apuesta que se va a abrir paso a través de una vía legal, pacífica y electoral. Este pueblo renovado es la esperanza histórica para México y AMLO es la esperanza para ellos.
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