MÉXICO, D.F., 17 de agosto (apro).- Cuando no se ha cumplido ni la mitad del sexenio, y a dos semanas del tercer Informe de Gobierno, es fácil entender por qué Felipe Calderón ordenó borrar todo vestigio de sus promesas de campaña: En un país ensangrentado, económicamente en quiebra y roto socialmente, en el desfiladero, no hay un solo dato del que pueda ufanarse.
Ni siquiera Vicente Fox, que fue una nulidad y sigue siendo un fardo presupuestal para el país con su sueldo vitalicio, hizo lo que Calderón: Mandar cancelar la página de internet de su campaña y disponer que en la del Partido Acción Nacional (PAN) desapareciera todo discurso comprometedor.
Todo para evitar el escrutinio de sus ofertas y el cotejo entre lo que ofreció y la atroz realidad.
El objetivo era muy claro: Apostarle a la amnesia de los ciudadanos. Porque, al cabo de casi la mitad de su gestión, no le queda ni vergüenza.
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Ni siquiera Vicente Fox, que fue una nulidad y sigue siendo un fardo presupuestal para el país con su sueldo vitalicio, hizo lo que Calderón: Mandar cancelar la página de internet de su campaña y disponer que en la del Partido Acción Nacional (PAN) desapareciera todo discurso comprometedor.
Todo para evitar el escrutinio de sus ofertas y el cotejo entre lo que ofreció y la atroz realidad.
El objetivo era muy claro: Apostarle a la amnesia de los ciudadanos. Porque, al cabo de casi la mitad de su gestión, no le queda ni vergüenza.