martes, 1 de septiembre de 2009

Nota Saldaña 30-VII por Sergio Raúl López

Música para el abuelo llenó a reventar el Teatro de la Ciudad
Una mañana para la nostalgia saldañesca
Sergio Raúl López

Bastaba mirar la larga fila que se formó en torno al Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris” el pasado domingo. No era demasiado ancha, era una formación delgada, pero insistente, que no acababa por terminarse. Conformada, en su mayoría, por personas maduras, de cabellos canos y andar pausado. Minutos antes del medio día, el público arribaba insistente, ordenado, a un concierto de lo más inusual: los herederos del trío bolerístico Los Panchos, invitados por el periodista Jorge Saldaña, para revivir, juntos, por segunda vez en el año, sus sesiones en vivo de la música de la Nostalgia, que tanto éxito le reportaron en la televisión abierta décadas atrás.
Cierto, es un público poco común, poco atendido en general por las actividades culturales de ese y otros recintos culturales. Porque a los viejos, y más que a los viejos, a los que gustan de la música que ya no aparece en las listas de éxitos, pero que se preserva en la memoria de un amplio sector de la población, ya no se les ofrece espacio en los planes de la burocracia cultural. Y es un público amplísimo.
Baste decir que llenó el teatro. A rebosar. El domingo 29 de agosto, la empecinada terquedad de Saldaña consiguió lo que pocos eventos programados en ese teatro: llenar tres ocasiones consecutivas el aforo total –alrededor de mil 350 personas– de su butaquerío. Y con un motivo por lo demás poco socorrido: la celebración del día del abuelo, o como se dice en los discursos políticamente correctos de la actualidad: de los adultos mayores o de la tercera edad. Provecta definición.
“¿Cuántos romances se han hecho con estas canciones”, preguntó Gabriel Vargas, el heredero de los trinos, arpegios y adornos de Jesús El güero Gil, el gran virtuoso de Los Panchos. Para luego contestarse: “Más los que se acumulen esta semana”.
El trío que mantiene viva la tradición como relevo generacional –y que, por cierto, no imita el sonido del viejo trío, sino que lo adapta a su estilo y posibilidades, hace versiones magníficas de los viejos éxitos del trío nacido en Nueva York–, inició el concierto con un repaso al repertorio que mantiene tanta fama y popularidad. Y comenzaron a fascinar con un gran reparto de falsetes sobre La Malagueña, con arreglos cuasi orquestales para solamente tres guitarras y tres voces magníficas. El repaso fue a Amorcito corazón, ¿Quién será?, Rayito de luna y otras.
Poco más de media hora de actuación les ganó al público fácilmente. Un público con diferentes costumbres que el de la música de concierto. No se esperan a que terminen las piezas. Aquí se aplaude a mitad de un trino o de un falsete, se reconoce el talento con bulla y se gritan piropos a los virtuosos, se entrega cantando los boleros y no se deja a Los Panchos retirarse del escenario.
Claro, todo hasta que aparece en el escenario un psicoanalista que se ha hecho popular en los programas radiofónicos de Saldaña, José Antonio Lara Peinado, quien realiza un sucinto, pero sustancioso discurso en torno a los viejos y el respeto que se les brindaba en las culturas de Mesoamérica: “Hay que recuperar la palabra de los ancianos, pues la escucha de la gente grande le va a dar valor a este pueblo”. Aplauso grande y evidente entre las cabecitas blancas. Ojalá hubiera más jóvenes oyendo estas palabras.
Para la segunda parte del largo concierto –prácticamente dos horas y media– Los Panchos retornan al escenario para compartir el escenario con el ensamble que cotidianamente acompaña al periodista y cantante: bajo, violín, percusiones y guitarra electroacústica de finos músicos jalapeños. Y el aplauso irrumpe a la par que la larga figura con bastón de un Jorge Saldaña impecablemente vestido de negro, con una contrastante corbata blanca.
Y la popularidad que se ganó ya desde sus viejas jornadas sabatinas de Canal 11 y Canal 13 (cuando era Imevisión), en programas emblemáticos como Sopa de Letras, Anatomías y Nostalgia, de aquellos populares Sábados con Saldaña. Pero recientemente se ha incrementado debido a su postura crítica y desenfadada ante la política nacional, pues desde Aquí entre nos, su programa matutino a través de la frecuencia de ABC Radio, se ha convertido en uno de los espacios de referencia por no ser complaciente ni rendirse ante el apabullante poder mediático de los políticos y del duopolio televisivo. No alinearse a la lectura política masiva de los comentaristas mediáticos, justamente, le ha dado una audiencia creciente, fiel, entregada. Y los gritos continuos lo confirmaban: “¡Tenemos Saldaña para rato!”, “¡Saldaña, te queremos!”, “¡Saldaña, duro, duro con ellos!”.
Pero su recital se concentró, al menos al principio, en la música. En un repertorio antiguo, de la primera mitad del siglo XX, conocido de su público, pero prácticamente borrado de la radio y de la industria de la música actual. Comienza con frases como “Vivir es morir a tus pies de adoración”, de la bella canción Amémonos. Y se sigue derecho con la Sandunga; El andariego; Sombras; Melodía de cristal; Rival de Agustín Lara; Isabelita, que es un vals argentino; y luego otro vals, ahora peruano, Bouquet; para seguir con una canción que no se sabe si es venezolana, colombiana o mexicana: Aurora; Antigua, Ansiedad de Daniel Pérez Alcaraz, o Mientes. Pero justo, al cantar esa gran canción de Agustín Lara, del público emergió una petición incómoda que dio pie para la jiribilla política del periodista: “Esa no la tengo puesta. Azul ni la canción”.
Y de ahí las reflexiones: el que 13 mil personas hayan conseguido una marca internacional para el libro Guiness, bailando un éxito de Michael Jackson resulta de lo más conveniente para los poderes en el país, que quisieran vernos a todos, a la gran masa mexicana, convertida en un zombi, en gente no pensante. Eso es justo lo que se pretende mediante la programación televisiva: impedirnos pensar, reflexiona. Y el público aplaude.
Además, saludó a las dos estaciones que transmitieron el concierto: la Cadena Telesur, censurada en México, y a Radio AMLO –cuya sola mención provocó el sonoro retumbar de un apellido: Obrador–. También agradeció a dos de sus entrevistadores recientes, quienes promocionaron el concierto con sendas entrevistas a su persona: Miguel Ángel Granados Chapa y Carmen Aristegui, otros dos de los periodistas incómodos al régimen. Pues Saldaña insiste, y es probable que sea cierto, que sigue habiendo una prohibición expresa de transmitirlo en las televisoras privadas.
El remate no pudo ser más preocupante, pues resultaba una advertencia temible: Preciosa, ese himno de Miguel Hernández que entraña la nostálgica pérdida de autonomía de la isla del Caribe llamada Borinquen, es decir, Puerto Rico, que acabó siendo un estado asociado de los Estados Unidos y no una nación autónoma. Y era una advertencia musical a la postura del entreguista Estado mexicano respecto a su país vecino del norte.
Poco más de dos horas habían transcurrido, ligeras, divertidas, románticas, nostálgicas. Y Saldaña de nuevo, por tercera vez en el año, se había salido con la suya: con el éxito de llenar el butaquerío más importante –abierto, pues Bellas Artes se mantiene tristemente cerrado– de la Ciudad de México. Enhorabuena.



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YUNQUELAND ROMPIENDO EL CERCO INFORMATIVO.
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