Quienes hemos ejercido el oficio diplomático, conocemos los estilos diversos de transmitir informes regulares o confidenciales. Tratándose de potencias imperiales o de gobiernos totalitarios, la naturaleza es mixta y yuxtapone los comunicados formales con el espionaje. Lo supimos en detalle cuando se abrieron los archivos de la antigua Unión Soviética y, tratándose de Estados Unidos, por las memorias de sus presidentes, secretarios de Estado, embajadores y espías desertores.
Nada hay nuevo bajo el sol, salvo que los WikiLeaks ocurren en tiempo real y hacen públicas las estrategias y acciones en curso, con gravísimo daño para la política exterior estadounidense. Ha dicho con agudeza Enrique Berruga que “la diplomacia es los ojos y los oídos de un país en otro, pero no la boca”. Aunque en este caso, los representantes extranjeros han evidenciado que son bocones al servicio de los halcones.
Las filtraciones exhiben, en retrospectiva, los fundamentos documentales de la señora Clinton en su analogía entre México y la Colombia de hace 20 años —cuando su marido era Presidente. Concedió a los narcos estatuto de beligerancia al llamarlos “insurgentes” ya que, aunque no pretenden el poder político nacional, lo ejercen prácticamente en varias zonas del territorio. Ello justificaría la intervención armada directa por motivos de seguridad regional.
Es un hecho probado que diversas agencias yanquis apoyan, dirigen y monitorean las acciones contra el crimen organizado. Incluso, como lo asegura el periódico Washington Post, que su diseño estratégico y operativo se origina en las riberas del río Potomac. Las revelaciones añaden un dato central: que el gobierno estadounidense, a pesar de la sumisión política y los llamados al socorro foráneo de las autoridades mexicanas, ya no tiene confianza en éstas para su implementación. Remember Noriega.
Reconoce que la Marina es más “eficiente”, lo que explicaría el incremento de sus acciones, aun fuera de jurisdicción. Concluye que las fuerzas armadas “no están capacitadas para desempeñar un papel policiaco”. El mismo argumento de la verdadera oposición mexicana, pero con objetivos distintos. En ningún momento descalifican la política represiva, por lo que el silogismo conduce a la entrada en escena de un ejército más poderoso y disciplinado. Como en Irak o Afganistán.
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Nada hay nuevo bajo el sol, salvo que los WikiLeaks ocurren en tiempo real y hacen públicas las estrategias y acciones en curso, con gravísimo daño para la política exterior estadounidense. Ha dicho con agudeza Enrique Berruga que “la diplomacia es los ojos y los oídos de un país en otro, pero no la boca”. Aunque en este caso, los representantes extranjeros han evidenciado que son bocones al servicio de los halcones.
Las filtraciones exhiben, en retrospectiva, los fundamentos documentales de la señora Clinton en su analogía entre México y la Colombia de hace 20 años —cuando su marido era Presidente. Concedió a los narcos estatuto de beligerancia al llamarlos “insurgentes” ya que, aunque no pretenden el poder político nacional, lo ejercen prácticamente en varias zonas del territorio. Ello justificaría la intervención armada directa por motivos de seguridad regional.
Es un hecho probado que diversas agencias yanquis apoyan, dirigen y monitorean las acciones contra el crimen organizado. Incluso, como lo asegura el periódico Washington Post, que su diseño estratégico y operativo se origina en las riberas del río Potomac. Las revelaciones añaden un dato central: que el gobierno estadounidense, a pesar de la sumisión política y los llamados al socorro foráneo de las autoridades mexicanas, ya no tiene confianza en éstas para su implementación. Remember Noriega.
Reconoce que la Marina es más “eficiente”, lo que explicaría el incremento de sus acciones, aun fuera de jurisdicción. Concluye que las fuerzas armadas “no están capacitadas para desempeñar un papel policiaco”. El mismo argumento de la verdadera oposición mexicana, pero con objetivos distintos. En ningún momento descalifican la política represiva, por lo que el silogismo conduce a la entrada en escena de un ejército más poderoso y disciplinado. Como en Irak o Afganistán.