Luis Linares Zapata
La distancia entre el quehacer político de la elite nacional y el sentir popular se ha hecho tan profunda que ya no se reconocen mutuamente. La llamada clase política se regodea en sí misma y sólo atisba a su íntimo derredor, ya sea de intereses empresariales o de control y progreso burocrático. Fenómeno similar le está sucediendo al aparato de comunicación establecido (radiotelevisión) respecto de sus auditorios. La ausencia de temas que recalen en la conciencia colectiva es notable, sobre todo en estos días de crisis generalizada. Pero también dicha distancia se agudiza por la inclusión cotidiana, en los medios electrónicos sobre todo, de abundantes dosis de desinformación. Esa especie de paliativos momentáneos que nublan la percepción de la mayoría.
Esquivar la vertiente interna de la crisis económica se ha vuelto un torneo entre los comunicadores y sus medios. Nadie habla en ellos de devaluación, aunque el peso haya caído, sólo en meses recientes, 30 por ciento. Menos aún de una estructura productiva desarticulada que debe importar aún lo estrictamente necesario (alimentos) para beneficio de las trasnacionales del sector. Mejor transmitir tranquilidad, no alebrestar al populacho, pues la carestía no es tan grave (apenas 4 por ciento anual, según el Banco de México) y los salarios no pueden ser elevados más allá de una inflación proyectada a voluntad de los conductores del país.
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